Entre la EXPOPYME y el FIA,

Unas de cal y otras de arena

POR EMILIO ZEVALLOS V. / El Financiero / 04 MAY 2015

Para quienes tuvimos la oportunidad de asistir a ambos eventos, las diferencias son claras. De un lado, una buena organización y logística que permitió un evento lucido y exitoso (me refiero a la EXPOPYME por si acaso)

Expo Pyme

Y del otro lado, descoordinación, eventos vacíos de público, muy mal sonido (y en el caso de la interpretación de una orquesta sinfónica, pareciera ser importante), para no señalar cambios de lugar, de fechas, etc., etc.

Lo más extraño del asunto, más allá de las responsabilidades políticas (de las que no voy a comentar), es que se reparten culpas entre quienes nada tienen que ver en el asunto. Incluso hubo gente cuestionando que porque La Ley (el grupo chileno que iba a cerrar el Festival) cobraba tan caro. Quizás porque a quienes toman la decisión no les pareció caro, quizás porque quien decide es fan del grupo, quizás porque como la plata no es mía que importa; pueden existir un millón de razones. Pero más bien la pregunta para las autoridades sería, ¿no es cierto que si alguien incumple un contrato, tiene que pagar las consecuencias? Eso es parte de la vida civilizada. En un contrato se establecen condiciones y la idea es cumplirlas. Si el Ministerio (por la razón que sea), incumple su parte del contrato, ¿por qué cuestionar a la otra parte (que por cierto llegó al país a dar la cara)? Lo preocupante es que los errores de uno los pagan todos, ya que estas penalidades se pagan desde el presupuesto público.

Otro señalamiento de un sector del público fue por qué no contratar artistas nacionales. Yo recuerdo muchos FIA´s anteriores y siempre hubo un grupo extranjero en el cierre. Me parece que el argumento se orientaba al precio. Sin embargo, este nos puede llevar a extremos peligrosos (como ¿por qué compramos productos extranjeros si aquí podemos hacerlos?). Querer a nuestro país es algo bueno y digno, pero cuando lo llevamos al extremo podemos quedarnos en una sociedad autárquica y estancada donde solo lo nuestro vale. Y el mundo en el que vivimos hace mucho tiempo que dejó de ser así.

Lo importante de esta experiencia es extraer las lecciones relevantes. En primer lugar, no todo lo anterior es malo y por tanto no siempre es necesario cambiarlo. Ese mensaje fue efectivo en el caso de las autoridades del MEIC pero no lo fue tanto para Cultura. Si son actividades que se hacen anualmente y existe una logística que se ha llevado a cabo por años y que funciona, ¿para qué cambiarla? ¿Qué los costos eran altos? Entonces veamos si esos costos son válidos o hay que hacer ajustes. Pero probar a última hora nunca funciona. En segundo lugar, si no hay alguien que lidere y se “descentralizan” las decisiones podemos llegar a los extremos de no saber quién es responsable de que. Es decir, reglas y asignación clara de funciones y responsabilidades. En tercer lugar, los tiempos del Estado son diferentes a todos los demás. Por ello es necesario establecer plazos suficientemente razonables para que puedan cumplirse. Finalmente –y no por ello menos importante- saber escuchar al equipo de trabajo. Éste por lo general es el que está en el día a día y conoce el funcionamiento de las instituciones. Si ellos consideran que es bastante probable que las cosas no salgan en los tiempos asignados, cambiarlos puede ser un mal menor respecto de tener un evento fallido.

Diseñar y ejecutar políticas públicas no es una labor sencilla y por tanto los errores iniciales –hasta cierto punto comprensibles- deben llevarnos a aprender rápido y corregir sobre la marcha.


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